PEDIR PERDÓN ES INSUFICIENTE

Cuando Esperanza Aguirre salió a la palestra para pedir perdón por los casos de corrupción que están sepultando al PP y en concreto al de la Comunidad de Madrid con la ‘operación Púnica’, pensé que ya no valía, que no era suficiente pedir perdón. El miércoles, Mariano Rajoy pidió disculpas –que no es exactamente lo mismo que pedir perdón– y tampoco vale, como no es suficiente las lamentaciones de los socialistas por sus corruptelas o de los nacionalistas catalanes por esa clase cleptocrática que lleva años instalada en las instituciones autonómicas, locales y comarcales: Pujol, su infinitamente rica prole, Millet y ese inacabable etcétera al que parece haberse sumado ahora el alcalde de Barcelona y su millonaria cuenta entre helvética y andorrana. Ha llegado un momento en el que no vale el perdón y, por ejemplo, me hubiera creído a Aguirre –presidenta del PP de Madrid y posible candidata al Ayuntamiento– si ese perdón se hubiera sustanciado en su renuncia tanto a cualquier cargo orgánico dentro de su partido como a sus presumibles aspiraciones electorales. Siempre me he resistido a pensar que todos los políticos son iguales y sigo igual de convencido ahora como antes de que la mayoría de ellos es honrada. Sin embargo, el sistema de partidos es tan jerárquico que cualquier disidencia, por mínima que ésta sea, condena al rebelde al ostracismo; es decir, en muchos casos, al paro. Si el jefe ordena callar, todo el mundo se calla, aunque el lodo de la corrupción les esté llegando a la garganta porque siempre hay una especie de ‘bien mayor’ que proteger, que es el poder, tanto dentro de la máquina electoral como cuando se pisa moqueta. Pero a estas alturas, en pleno naufragio, su irresponsabilidad es tan escandalosa que están abriendo una vía de agua para que crezcan alternativas populistas que depositen al país al caos de la ingobernabilidad. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.