FILÓSOFOS DEL BALÓN

Ha dicho Mourinho que el fútbol está lleno de filósofos. A mí me gusta mucho más aquello del balompié quizás porque en el fondo soy del Betis y en realidad no soy capaz de distinguir el juego de contragolpe del de la posesión. Dicho esto, estoy de acuerdo con el Averroes portugués en cuanto a la sobreabundancia de opinadores futbolísticos que colocan al deporte rey en la improbable esfera de los pensamientos más elevados. De joven me quedaba extasiado con la verborrea de Jorge Valdano, con esas florituras lingüísticas que era capaz de emplear para convertir un partido en el Aleph de Borges; es decir, una especie de diatriba barroquizante repleta de retruécanos para explicar con afinidades insondables los puntos en los que se tocan los momentos esenciales de la existencia con una remontada o con una de esas derrotas que laceran el alma. Aquello del miedo escénico me cautivó, lo reconozco. Unos años antes creo que había reinado el poeta del gol, pero como Valdano explicando las debilidades de un sistema determinado o que el futbol era un estado de ánimo, nadie. En realidad, aquello del estado de ánimo se podía aplicar a cualquier actividad vital, hasta para morirse, pero nadie antes que al metafísico argentino se le había ocurrido ponderar este deporte en los medios de masas con un asiento intelectualoide y literario, nombrando jugadores desconocidos de su argentina natal y equipos heroicos como el Estudiantes de la Plata, al que en una noche en el ‘Larguero’ lo comparó con el Logroñés de Chuchi Aranguren. Por cierto, qué nombre más bonito para un equipo, Estudiantes de la Plata, casi tan poético y evocador como ese club que un día descubrí en Lanzarote: el Orientación Marítima de Arrecife. Se imaginan a Mourinho o a Pep al frente de su banquillo; ellos sí que serían filósofos. Y de los buenos. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja