LAS GAFAS DE HESTON BLUMENTHAL

Diario LA RIOJA ha tenido a bien enviarme durante tres días a San Sebastián para informar sobre Gastronomika, uno de los congresos más importantes del mundo donde las principales cabezas pensantes de los fogones le han dado miles de vueltas a esa cosa que se llama creatividad y que ahora va mucho más allá de las técnicas innovadoras para discutir sobre modelos. Modelos de negocio; es decir, ideas para poner en valor la originalidad y todos los atrevimientos de El Bulli de la década prodigiosa de los noventa que ahora se contemplan con la envidia de lo precavido. Aquellos creadores trabajaban con la ingenuidad de una búsqueda que tenía valor en sí misma. Por eso, incluso los fallos aportaban la gracia de la puerta entreabierta y franquearla era un reto que sólo eran capaces de superar los más atrevidos. Todo ha cambiado, la crisis no permite fallos, si te equivocas estás muerto, incluso si no te equivocas te entierran, te llaman loco, te asesinan porque eres capaz de generar una ilusión que a los incrédulos del futuro les parece inane. Una de las claves de Gastronomika ha sido la revolución londinense y Heston Blumenthal, que tiene dos locales, uno al que se debe ir al menos una vez en la vida y otro al que sus incondicionales van a diario. Heston se parapeta detrás de unas gafas increíbles que seguramente le haya prestado Bono, pero tiene un acento que sólo Tom Perry parecía capaz de descifrar entre una turbamulta de periodistas. Y habló de emociones, de que a la cocina se le presupone la sensorialidad y que es tan lícito rebuscar en el pasado como investigar moléculas puente para armonizar una mandarina con Pinot Noir. Las gafas de Heston le dan una claridad especial a sus retinas, a la mente de un tipo que aúna modelo de negocio y creación, serenidad un punto de espiritualidad y ese afán de aventura que tanto me gusta de los cocineros. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.