LA HORA DEL PRÍNCIPE

La infanta Cristina, tal y como parecía inevitable, tendrá que declarar ante el juez en calidad de imputada por «complicidad» con ese escarnio llamado Nóos, una institución «sinónimo de lucro» que representa como pocas el desmoronamiento de la monarquía en España. La cuestión es gravísima porque si bien la familia Real no puede permitirse ya la más mínima veleidad, no es menos cierto que su papel constitucional puede perder su último sentido si no se da un cambio de rumbo brutal en los próximos meses; mejor dicho, en las próximas semanas. No soy monárquico, ni por los hechos protagonizados por el Rey en los últimos años ni por la cohorte de aduladores que merodea su figura como pelotas unos y como conseguidores de privilegios muchos otros. De ricos y monárquicos están los juzgados y los bancos suizos repletos. Y tras lo de ayer, creo que el Rey debe abdicar, deponer la corona y dar paso a su hijo Felipe para limpiar la Zarzuela de tanto parásito que ha ido creciendo bajo los palcos reales mientras su padre se iba de cacería con Corina, uno de esos personajes inexplicables e inadmisibles del que todo el mundo presume casi todo pero del que casi nadie dice nada con claridad. En esencia me defino como republicano, pero me aterra el modelo de la II República que se quiere poner como alternativa al actual estado de las cosas. El régimen que salió de la Constitución de 1931 fue un absoluto desastre que desembocó en una guerra civil porque a la República, a pesar de los buenos principios de muchos de sus fundadores, abogó pronto por la imposición de un modelo totalitario y comunista. De veras, el futuro me aterra y si el Rey ya es incapaz de liderar nada, un presidente del Gobierno que se parapeta en un plasma con mayoría absoluta en el Parlamento no creo que irradie la más mínima de las esperanzas. ¡Qué miedo! # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja