EL DRAMA DEL PP NO ES BÁRCENAS

El Partido Popular ha tocado fondo. Y que conste que no pienso esto al calor del monumental lío de sus cuentas (esta historia viene de lejos y hay que remontarse a personajes como Naseiro, al riojano Álvaro Lapuerta y el peculiar multimillonario estirado y peripuesto llamado Bárcenas). Tampoco lo digo por Ana Mato y su derroche de confetis, ni por Camps y aquel ridículo asunto de los trajes, ni por Ricardo Costa, repijo impresentable convertido en el paladín de liberalismo rico valenciano pleno de favores debidos y percibidos. El PP ha tocado fondo porque Mariano Rajoy ha abandonado todos y cada uno de los puntos por los que la mayoría de los votantes lo llevaron a la Moncloa: subida salvaje de impuestos (con la paradójica merma en la recaudación), desestimiento en la regeneración de la justicia (todo sigue igual que como lo dejó Felipe González), impasividad ante el desafío catalán (el pacto fiscal con Cataluña cada día está más cerca), abandono de principios elementales (Bolinaga, y esa pérdida de respeto al pasado protagonizada por Basagoiti y Oyarzábal) y sobre todo, esa especie de miedo absoluto a proclamar una idea a pesar de su mayoría absoluta y del encargo que le expresó la ciudadanía en las urnas. Rajoy es mucho más duro con los que dentro de su partido no piensan como él que con sus adversarios políticos. Por eso me da grima verle atacando a Rosa Díez y pactando por la espalda no hablar de corrupción en los debates con Rubalcaba, el del Faisán del que el PP ya no dice nada porque la nada misma le da miedo. Rajoy a través de un plasma no nombra ni a El País ni a Bárcenas. Es la misma estrategia de José María Aznar cuando se refirió al periódico de Cebrián con aquello de «poder fáctico fácilmente reconocible». Es decir, el miedo increíble atávico de la derecha a que les pillen pensando por su cuenta. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja