MI PATRIA ES JOSÉ TOMÁS
El toro es para José Tomás una especie de enigma que va escrutando a lo largo de la lidia con la mirada lenta de poeta, con sobriedad pero con afán de superar los desengaños. Hay quien ha escrito lagos de tinta para sostener la grandiosidad de su torpeza, yo escribo este pequeño caudal para alimentar mi pobre espíritu con las bocanadas que me ofrece su toreo después de haber estado ausente de mí mismo en la inolvidable matinal de Nimes. Sin embargo, no tengo miedo en declarar solemnemente que José Tomás es mi patria desde que me levanto hasta el anochecer, en el sentido borgiano de que nadie es patria porque todos lo somos; en el concepto descrito por Mario Onaindía de que la patria no es el lugar donde se nace, sino donde se es libre; y yo me siento libre cuantas veces he visto a José Tomás en ese paseíllo hacia ese infinito que es cualquiera de sus corridas. Anclado en el hoy, José Tomás prescinde del mañana por la responsabilidad de colmar lo que de él se espera en esa misma tarde. Y ¿qué esperamos de José Tomás un día de corrida? Ni más ni menos, lo esperamos todo. Erasmo de Roterdam dijo que para el hombre dichoso todos los países han de ser su patria, pero no le creo. No me tengo por dichoso aunque admiro y disfruto la felicidad de cuando en vez, y quizás por eso no todos los toreros son mi patria, ni todas las mujeres la mía, ni todas las guitarras suenan como la de Rafael Riqueni... José Tomás me colma y me consuela, me ofrece un sueño embriagador con un toreo que a veces es un verdadero ejercicio de metafísica aplicada; es decir, de colocar todas las realidades de la vida a un envite. Es y ha sido y será único porque es libre toreando y gracias a él yo me siento libre cada día. # Este artículo lo he publicado en Diario La Rioja.