LA GRAN VÍA, ESE EXPOLIO
La Gran Vía de Logroño es la viva representación de la ineficacia de nuestra clase política municipal y las dos capas de bituminoso que van a echar entre julio y agosto (a casi medio millón de euros de coste) no deberían tapar la desastrosa gestión cometida para hacer una calle, ancha y bonita, pero una calle al fin y al cabo. Logroño, como muchas otras ciudades, está repleto de calles, de avenidas y de viales, que es como llaman los técnicos a estos asuntos. Lo lógico es que la experiencia en diseñarlas o construirlas fuera un grado. Pero no. Julio Revuelta, que también se había lucido en el polideportivo de Lobete, quería terminarla justamente para coronar su legislatura con todo el relumbrón de una Gran Vía emperifollada y triunfante. Ganó el PSOE y la arteria principal de la ciudad se iba deshilachando a pasos acelerados para ofuscación de viandantes y conductores y con menoscabo de las arcas municipales, repletas entonces de los millones de los ladrillos de planes parciales y aquellos metros cuadrados a precio de diamantes. La oposición, ahora en el poder, le echaba los perros a Tomás Santos por su dejadez. La ruina era enorme pero la culpa la tenían los nuevos. Ahora sabemos que la bromita se ha llevado de nuestras arcas algo así como ocho millones de euros tirados exactamente a la basura. ¿Nadie tiene responsabilidad alguna? ¿A quién nos podemos quejar? ¿Cómo es posible tamaña incompetencia? ¿Qué tiene que decir la alcaldesa actual, entonces concejala de Centro? El mal está hecho, pero eso no quiere decir que se pueda tapar el desastre con ruedas de prensa y cruces de acusaciones entre estos y aquellos. La política es el arte de lo posible, decían los clásicos. A mí, a estas alturas, me parece el arte de lo infumable.# Publicado en Diario La Rioja